Los autores de la joya que necesita 530 litros de leche de vaca para elaborar una pieza no tenían siempre la suerte de que los animales acertasen a dar la cantidad justa y necesaria para tal tarea. De modo que al final de la mañana y después de haber llenado equis moldes, la mayoría de las veces quedaba fuera de juego una porción que, para no desecharla, simplemente la retiraba. Y como por aquel entonces no disponían de neveras, recurrían a ceniza y sombra para evitar bichos y conservarla mejor hasta que por la tarde, que sucedía de nuevo lo de la pasta sobrante, repetían la jugada dejando encima de la anterior la nueva leche cuajada.
Más adelante se dieron cuenta que habían creado una maravilla hecha con leche matutina y vespertina, dividiéndolas una capa de carbón vegetal, de modo que continuó su producción hasta la fecha, que pese a tener medios suficientes para conservar el sabor original, respetan la linea de ceniza de la primera receta.
La textura del Morbier es plástica y casi elástica y su sabor nos recordará a la mantequilla pero con matices muy elegantes. Se trata de un semi duro de técnicas y sabores añadidos. En esta ocasión, y al no estar muy curado, se puede disfrutar perfectamente con un tinto del año buscando esos frutos rojos. Y de acompañamiento lo disfrutaremos con pan blanco muy crujiente y una dulce compota de cebolla o de pimientos rojos.
EN ESTE INTERESANTE ENLACE DE PONCELET ENCONTRAMOS EL ORIGEN DE LA PALABRA QUESO
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